Balsa






Puse en una balsa en mi mente todo el hambre posible y lo empujé con las pocas fuerzas rabiosas que te da la desesperación, necesitaba el hambre lejos de la playa para poder pensar.
La imaginación es y será mi fuerte, es a lo único que podía apelar en esos instantes, así que empujé y empujé lo más lejos que pude a la balsa hasta que las olas comenzaron a hacer lo que yo haría con cualquier alimento; tragarlo a las profundidades.
Mi corazón comenzaba a volver en ritmo, respirar ya me parecía normal, el hambre ya lejos de mi mente mis ojos podían empezar a enfocar el paisaje, miro mis manos, me faltan dos dedos de mi mano derecha, para mi sorpresa no hay temor en lo absoluto y parecen estar vendados precariamente y cicatrizando. Miro a lo lejos y otra balsa mucho más avanzada en mi imaginación navega. Instantáneamente recuerdo que allí deposité el miedo y todo lo referido a los dedos y lo eche a navegar. ¿Hace cuánto que no tengo dedos?  ¿Porque tenía tanto hambre? ¿Qué hago en esta playa aparentemente desierta sin pedir ayuda? Llevo mi mirada en todos los grados del horizonte, varias balsas más de mi imaginación comenzar a perderse en el horizonte y comienzo a preguntarme si es bueno haber lanzado al olvido todo eso que podría ser de utilidad ahora. La balsa del hambre por más que intente, sé que la marea imaginaria volverá a traerla. No quiero perder la cabeza cuando la profunda sed mórbida me invada. Comienzo a desplazarme como puedo por el resto de la playa y a pocos metros veo una balsa salvavidas, aunque ésta parecía no ser de las imaginarias. Me acerco con precaución y miro dentro. 
Todas las balsas en su lejanía ahora tenían sentido. Emilia yace muerta y en estado de descomposición avanzado, nuestro anillo de bodas sigue allí y su dedo con apariencia de estar a punto de explorar. Las olas imaginarias traen de regreso mis balsas, junto a ellas la más grande de las desesperaciones sentidas en mi vida, el dolor que resquebraja el alma y el ataque de locura en el cual me arrancó los dedos anular y meñique queriendo negar que la muerte nos había separado casi antes de empezar. Llega la última balsa donde ella me dice amor; “no es momento de elegantes lunas de miel podemos hacerlo después. Las mellizas pronto requerirán una nueva habitación y quiero hacerla contigo”.
Ya no puedo huir. No quedan balsas de rescate para una pérdida así.

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