Pienso en escribir y escribo. Las cuerdas de la orquesta vibran como si la caricia premonitoria de la muerte fuese un dejo de compasión. Pienso en escribir y escribo. El pelaje se amansa solo porque yo lo pienso, y lo escribo. Me caigo sobre el piano y las notas alborotadas me arrancan lágrimas, porque aun las dejo hacerlo. Y aunque pienso en no volver a llorar no lo escribo. La noche se añeja porque pienso en escribir, y escribo. La muerte ahora presagia en un solo de violín mi inevitable partida. Pienso en resistir y escribo; Que si resisto al escribir, pienso en escribir y escribo. No es justa mi muerte. No lo acepto, y lo escribo. Así que pienso vivir y lo escribo. La madrugada me abraza y el resplandor tornasolado me declara vencedor. Escribo que el canto de las aves me conmueve, que son las nueve, y ahora escribo que llueve. Miro a mi alrededor, miro el techo, y escribo que describo las goteras que pronto inundaran la habitación. Pienso en revivir,